(Música: Javier González/ Letra: Adrián Abonizio)
Hay camiones olvidados
en confines de autopistas.
Hay afiches, con artistas
que sonríen como pavos.
Hay un circo que ha incendiado
la casita de los tigres
y andan solos, como pibes
huídos de un orfanato.
Tienen hambre para rato
en la selva de candiles.
Yo camino entre los fierros
que oxidan su desnudez.
Son espinas, que a través
del olvido y del destierro,
avisan que aúllan los perros
y que es noche y llueve tanto
y da miedo hacer de santo
sin prevenir los peligros,
pues los tigres no han comido
más que sombras y cansancio.
El amor me ha desquiciado
como a un mueble entre las ruinas
y aparece entre la pila
de los trastos olvidados.
Asomando su costado,
que alguna vez fue tan libre.
Como el paño de los títeres
llenos de moho y orín.
Me da vértigo pedir
que se coman a los tigres.
Llevo en el lomo las letras
de los tangos más fuleros.
Salgo a nadar en el cielo
para curarme de la yeta.
Mas, hoy regreso a la selva
y cansado e’ repechar
me rajé del palomar
y sentado aquí entre miles,
juno tranquilo a los tigres,
que me vienen a morfar.